Algunas observaciones sobre el vínculo de la población con la agenda política
3 de marzo de 2023

Hace varios meses el equipo de Doble Ele observa un cambio en la respuesta de la población ante determinados temas.

Denominamos a esta situación efecto anteojera como aquel en el que los públicos más alejados de la política se “protegen” de una agenda atomizante, seleccionando un objetivo visual y evitando ver por los lados.
Esta situación favorece que los temas en agenda se transformen en monocordes cuando ingresan en agenda y la cubran completamente.

Como efecto colateral, otros asuntos (evaluados por actores políticos, sociales y sindicales, como de prioridad absoluta) no ingresan en el campo visual y por tanto no crecen.

Este efecto genera altos niveles de frustración tanto en el gobierno como en la oposición, no se habla cuanto se quisiera de temas como la disponibilidad de agua, las reformas educativas y jubilatorias, el déficit fiscal, la atención a la pobreza, entre otros asuntos.

En la década del 70 Lazarferd y Merton le dieron forma a una de las teorías de la comunicación que nos ayuda a comprender esta situación: la disfunción narcotizante.

Ya en esa época los teóricos identificaban algunas disfunciones de la era de las comunicaciones, como la amenaza hacía la estructura social que puede implicar la libre circulación de ciertas informaciones, la posibilidad de reacciones de pánico ante determinadas noticias y la función narcotizante. Esta última hace referencia al hecho de que fruto del exceso de información los ciudadanos adopten una actitud conformista. O dicho de otra manera la atomización de una agenda que nos abruma lejos de activarnos nos narcotiza.

Esta mirada nos ayuda a comprender los datos que surgen del análisis de la conversación pública en los últimos meses, hay una preferencia clara de las audiencias por temas que no los interpelen, ni comprometan, ni les generen dolor en términos personales, se prefieren tramas de corrupción (algo externo) a problemas como el de precios o abastecimiento de agua (que nos impactan directamente).

Principales observaciones:

– Los temas asociados directamente a un interés político no ingresan en la agenda como aquellos percibidos como emergentes de la sociedad.
– La agresividad de los intercambios aleja a los más alejados (si bien convoca el show desalienta del vínculo)
– La desconexión emocional y discursiva del sector político con la población es creciente (desconfianza o agobio ante versiones de la realidad tan opuestas)
– La sensación de desprotección ante estas situaciones también aumenta. Se observan gran cantidad de mensajes emocionales que apelan al desconsuelo, soledad, incertidumbre ante la situación general del país y su gente.

Estos elementos son, en parte, la explicación para el uso de anteojeras y la gran definición necesaria es: ¿como ayudar a aliviar, a ampliar la mirada, en lugar de seguir peleando por ocupar el centro de la mirada?.

En este punto también es útil recurrir a las procesos históricos en la gestión de la comunicación, en este caso la de la comunicación institucional y su posterior marinaje con el marketing digital.

Cuando las instituciones incluyeron a la comunicación como una dimensión estratégica el objetivo era compartir lo que para la institución o empresa era relevante con la población, pasaron años haciendo comunicados y notas que nadie leía, básicamente porque no eran de su interés “¿pero como con lo importante que es lo que estamos haciendo?” se preguntaban intrigados los directivos, años después fue el marketing el que trajo las personas al centro y la necesidad de un cambio total de las perspectivas.

La política debería incorporar esa dimensión del marketing pero ⚠️ agregando el valor de cambiar la realidad. Porque sin eso se enfrenta al siguiente nivel del problema “el vaciamiento de la acción política.

Hasta el día de hoy (como si fuera un reflejo) los partidos y referentes siguen cayendo en la misma trampa en la que cayeron las instituciones, olvidan que su única razón de ser es representar a la población y con esa representación construir políticas que beneficien a las personas.

Esto tan simple termina relegado a la contienda electoral, la necesidad de demostrar que soy mejor al otro en lugar de acercarme de verdad a las personas.